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Las plantas. ¿No las mojas?

 

No te quejes si acaso las ves en la terraza y las encuentras secas. Dices que todas las formas de vida llevan su belleza y luego añades que la belleza la entiendes  como calidad de la vida. Dices que las plantas son seres que no le hacen daño a nadie. Acercan la actividad muscular al pensamiento. Su estado lo sientes en el vientre. Corta. Dices que es bondad y ligereza de la muerte. En el vientre hay otras cosas. Células enfermas y amores echados a perder. Dices que es el hilo asesino de la hoja, dulce, diamantino. Te has quedado una imágen fotográfica que reproduce a un viejo contable de la seducción, la decadencia marchita del encanto. ¿Quieres  poner remedio a la muerte con nuevas semillas? ¿Crees que puedes hacer brotar tus buenas intenciones de la tierra húmeda? ¿Quieres en las iris aquellas manchas, aquellos colores, el sabor auténtico del deseo? El olor del moho generador de vida. He aquí lo que tienes que respirar de una mentira. Todavía tienes el gusto que le debes devolver al Duende que te lleva la cuenta. También estas secas. También estas de repente guardadas en la colección de la muerte.

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